Todas las voces y músicas de la Patria Grande

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martes, 8 de octubre de 2013

La Historia Secreta del Nacimiento del Che -FM Universo 94.3Mhz. Ctes. Capital-Rep. Argentina


Por Jon Lee Anderson *

Cuando conoció a Celia, Ernesto había invertido casi todo su dinero en el Astillero San Isidro, la empresa constructora de yates de un pariente rico. Trabajó ahí como supervisor, pero al poco tiempo perdió interés. Un amigo lo entusiasmó con un proyecto nuevo: podía hacer fortuna cultivando yerba mate, la estimulante infusión vernácula que millones de argentinos beben religiosamente.
La tierra era barata en la provincia yerbatera de Misiones, mil ochocientos kilómetros al norte de Buenos Aires por el río Paraná, en la frontera boreal de la Argentina con Paraguay y Brasil. Colonizada inicialmente por misioneros jesuitas y sus indígenas guaraníes conversos en el siglo XVI, anexada cincuenta años antes por la Argentina, Misiones empezaba a entregar tierras al cultivo. Especuladores de bienes raíces, aventureros ricos e inmigrantes europeos pobres acudían a la provincia. Guevara Lynch fue a explorarla y se contagió de la “fiebre yerbatera”. Su dinero estaba invertido en el astillero, pero esperaba que la herencia de Celia le permitiría comprar tierra suficiente para una plantación de yerba mate y luego hacerse rico con el rentable “oro verde”.
A nadie sorprendió que la familia de Celia estrechara filas contra el pretendiente. Celia aún no había cumplido veintiún años y por ley necesitaba el consentimiento de su familia para casarse o cobrar su herencia. La pidió y se la negaron. Desesperados, porque para entonces estaba embarazada, ella y Ernesto fingieron una fuga de amantes para forzar a la familia a dar el consentimiento. Se ocultó en la casa de una hermana mayor. El ardid resultó eficaz. La familia aprobó el matrimonio, pero Celia debió recurrir a la Justicia para cobrar su herencia. Un juez le otorgó una parte de su herencia, que incluía la propiedad de una estancia agrícola-ganadera en la provincia mediterránea de Córdoba y algunos bonos cobrables de su cuenta en fideicomiso: lo suficiente para comprar un yerbatal en Misiones.
El 10 de diciembre de 1927, Celia y Ernesto se casaron en una ceremonia privada en la casa de su hermana mayor casada, Edelmira Moore de la Serna. El diario La Prensa de Buenos Aires lo consignó en su columna “El día social”. A continuación huyeron de Buenos Aires a la selva misionera con su secreto común. “Juntos decidimos qué haríamos con nuestras vidas”, escribiría Guevara Lynch en memorias publicadas años más tarde. “Atrás quedaron las penitencias, la mojigatería y el círculo cerrado de parientes que querían impedir nuestro matrimonio.”
Con el dinero de Celia, Guevara Lynch compró doscientas hectáreas de selva en la margen del río Paraná. Sobre un barranco con vista al agua color café y al exuberante bosque verde de la margen paraguaya construyeron una amplia casa sobre pilotes con cocina y baño exteriores. Lejos estaban de las comodidades de Buenos Aires, pero Guevara Lynch estaba embelesado. Su ojo ávido de empresario contemplaba la selva que lo rodeaba y veía el futuro.
Tal vez creía que, emulando a sus abuelos, podría “restaurar” la fortuna familiar al lanzarse a la exploración intrépida de tierras vírgenes e inexploradas. Fuera esa emulación de sus antepasados consciente o no, es evidente que Misiones representaba para Guevara Lynch su propia aventura en el “oeste salvaje”. Para él no era tan sólo una provincia atrasada de la Argentina, sino un lugar emocionante.
El casco de la propiedad estaba en un lugar llamado Puerto Caraguataí, el nombre guaraní de una bella flor roja, pero el puerto era apenas un muelle de madera. Se llegaba luego de dos días de viaje por el río desde el viejo puerto comercial de Posadas en el “Iberá”, un venerable vapor victoriano con rueda de paletas que había sabido transportar a funcionarios coloniales británicos por el Nilo. El caserío más cercano era Montecarlo, un asentamiento de colonos alemanes, pero a escasos minutos de caminata a través de la selva los Guevara hallaron un vecino cordial.Charles Benson, maquinista retirado del ferrocarril inglés y ávido pescador deportivo, se había construido un gran bungalow blanco sobre el río que incluso tenía un auténtico water closet importado de Inglaterra.
En todo caso, el idilio de la luna de miel duró poco. El embarazo de Celia progresaba y en pocos meses llegó el momento de regresar a la civilización para que ella diera a luz en un ambiente más cómodo y seguro. La pareja viajó río abajo hasta Rosario, un importante puerto sobre el Paraná de 300.000 habitantes. Allí Celia inició el trabajo de parto y dio a luz a su hijo Ernesto Guevara de la Serna.
La partida de nacimiento adulterada, redactada en el registro civil el 15 de junio, fue firmada en calidad de testigos por un primo de Guevara Lynch que vivía en Rosario y un taxista brasileño, evidentemente conseguido a último momento. El documento dice que el bebé fue dado a luz el 14 de junio a las 3.05 de la mañana en el “domicilio” de sus padres, calle Entre Ríos 480.
Los Guevara se instalaron en Rosario mientras Celia convalecía del parto de “Ernestito”. Alquilaron un espacioso departamento de tres dormitorios con cuartos de servicio en un lujoso edificio residencial en la dirección mencionada en la partida, cerca del centro. Debieron prolongar su estadía porque poco después de nacer, el bebé contrajo neumonía bronquial.
Si los familiares de la pareja sospechaban, no dijeron palabra. Se había evitado el escándalo. La partida de nacimiento, aunque dudosa, era un documento oficial y por el momento nadie hacía preguntas molestas. Incluso Roberto, hermano menor del Che, dice que su madre le dijo: “Ernesto nació en una clínica de Rosario el 14 de junio de 1928. La dirección que aparece en el registro de nacimiento es donde vivió los primeros días, pero no donde nació. Posiblemente fue la casa de un amigo o la del taxista que salió de testigo...”.
Desde luego que la verdad, como diría Celia mucho después a Julia Constenla de Giussani (la que había solicitado la carta astral del Che a su común amigo el astrólogo), era que tal vez dio a luz en el mismo hospital, el mismo día y a la misma hora en que un obrero portuario huelguista llamado “Diente de Oro” moría de heridas de bala.
El diario rosarino La Capital confirma el resto de la historia. En mayo de 1928, una huelga portuaria en Rosario había dado lugar a actos de violencia. Casi todos los días se producían disparos y apuñalamientos, la mayoría realizados por rompehuelgas armados contratados por la agencia de empleos de los estibadores, la Sociedad Patronal. A las 17.30 del martes 13 de mayo de 1928, un estibador de 28 años llamado Ramón Romero, alias “Diente de Oro”, recibió una herida de bala en la cabeza durante un tumulto en Puerto San Martín. Murió al amanecer del día siguiente, 14 de mayo, en el hospital Granaderos a Caballo de San Lorenzo, unos veinte kilómetros al norte de Rosario.

* El texto fue extraído de su libro Che, una vida revolucionaria, publicado por Emecé.

Ramón A. Bohle

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