Todas las voces y músicas de la Patria Grande

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martes, 12 de mayo de 2015

La violencia (no tan) agazapada

Por Soledad Vallejos

En los últimos siete años, 261 de las 1808 víctimas de femicidios en la Argentina fueron chicas de entre 13 y 21 años. En la mayoría de los casos, los asesinos, parejas o ex parejas, tenían entre 17 y 21 años. ¿Familia y amigos pueden prevenir?

En Argentina, entre 2008 y 2014, 261 chicas de entre 13 y 21 años fueron asesinadas por sus parejas o ex parejas. En la mayoría de los casos, los victimarios tenían entre 17 y 21 años. “El de Chiara Páez es un caso de extremado salvajismo, pero esas cifras son a nivel nacional y las fuimos leyendo especialmente en el informe anual de femicidios porque nos llamaba la atención la cantidad. Hablamos de víctimas y victimarios muy jóvenes”, señaló a este diario Ada Rico, responsable del Observatorio de Femicidios Adriana Zambrano, de la asociación La Casa del Encuentro.
De las 277 mujeres asesinadas el año pasado, 36 fueron adolescentes. En 2008, 49 de los 208 conocidos ese año; en 2009, 37 de los 231; en 2010, 39 de los 260; en 2011, 39 de los 282; en 2012, 32 de los 255; en 2013, 29 de los 295. “Como no hay estadísticas oficiales, no sabemos si en realidad en esas cifras hay una evolución o no, si aumenta o no. Sí tenemos la realidad concreta de que esas mujeres están muertas”, detalló Rico.
En el caso de los femicidios de adolescentes, ¿qué pasa con los entornos de esas chicas y esos chicos?
Muchas veces hay negación de los indicadores de que se trata de una relación violenta. Recordá el caso de Serena Rodríguez, la niña de 15 años asesinada de 49 puñaladas por su novio (Lucas Leal Arévalos) el año pasado, en la provincia de Buenos Aires. En un principio, la familia del agresor negaba esta realidad. Debe ser muy doloroso entender que tu hijo puede llegar a cometer un asesinato de estas características. Estamos hablando de casos de varones muy jóvenes, adolescentes. El entorno, al principio, suele reaccionar con una negación total del hecho. En otros casos, la madre o el padre termina entregándolo a la Justicia, aun cuando por la edad son inimputables.

¿Qué intervenciones pueden hacerse para prevenir?

–Hay que trabajar fuertemente con información, con campañas.

–¿Y en el entorno de las chicas y los chicos involucrados?

–La familia, el padre, la madre, pueden notar indicadores de que hay una relación violenta. Pero ahí lo difícil es encontrar herramientas para acercarse a la adolescente, que por serlo está en etapa de rebeldía. Muchas veces, construye una idea de amor romántico que todo lo entiende y perdona. Acá, en La Casa del Encuentro, el año pasado abrimos un grupo específico para familiares y amigos de víctimas de violencia, porque encontramos que mamás y papás detectan indicadores pero no saben cómo llegar a las chicas para ayudarlas. Les pueden decir “dejalo” y el varón agresor va a decir “tu familia no me quiere”, entonces, ¿cómo termina esta mujer niña? Termina en un círculo donde, en definitiva, las palabras de la madre o el padre le confirman lo que le dice el violento.

–Una adolescente, además, suele tener menos herramientas que una mujer adulta para enfrentar estas situaciones.

–Muchísimas menos. Cuando el agresor comienza a descalificarla, a culparla, a humillarla y después pide perdón, ella le cree. Además de que la familia no tiene herramientas para poder ayudarla, ella termina aislada en esa relación. A veces, son sus pares los que se dan cuenta pero no tienen herramientas. También hay una cosa que Internet y los celulares potencian: hay más posibilidades de control. Si el violento no la controla por mensaje de texto, lo hace por Whats-App o por Facebook. Claro, la adolescente lo tiene naturalizado como que es un cuidado, como que la quiere, pero en realidad es el control de una relación tóxica.


svallejos@pagina12.com.ar

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