Todas las voces y músicas de la Patria Grande

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lunes, 8 de mayo de 2017

8 de mayo de 1828, Manuel Dorrego sanciona la Ley de Libertad de Imprenta

“Dorrego tenía un carácter fogoso (…) los unitarios querían precipitarlo lastimando su suceptibilidad con diarias filípicas en las que no perdonaban ni el sagrado de la vida privada: le llamaron mulato muchas veces y agotaron el diccionario de los improperios para exasperarlo y conducirlo a un abuso estrepitoso de la fuerza”.
                                            
Tomás de Iriarte, Memorias, escritas a mediado del siglo XIX.

Manuel Dorrego, uno de los líderes de la facción federal, se destacó tanto en su faceta militar como política y fue gobernador de Buenos Aires en dos oportunidades. La primera vez en junio de 1820, por muy poco tiempo, en un momento en que la provincia se hallaba sumida en una gran crisis política producto de la caída del poder central. Su segundo gobierno transcurrió también en una situación de crisis, pero en esta oportunidad pudo llevar adelante importantes medidas. Asumió el gobierno de la provincia en agosto de 1827, tras el frustrado intento de  “organización nacional” entre 1824 y 1827 que finalizó con la disolución de las autoridades nacionales, y el recrudecimiento del enfrentamiento entre unitarios y federales. Por otra parte, heredó una compleja situación externa, ya que las Provincias Unidas se habían embarcado en una guerra con el Imperio del Brasil. Dorrego tuvo que finalizar este conflicto, que había llevado a la provincia a una profunda crisis económica.8 de mayo de 1828, Manuel Dorrego sanciona la Ley de Libertad de Imprenta
8 de mayo de 2015 a las 13:54
“Dorrego tenía un carácter fogoso (…) los unitarios querían precipitarlo lastimando su suceptibilidad con diarias filípicas en las que no perdonaban ni el sagrado de la vida privada: le llamaron mulato muchas veces y agotaron el diccionario de los improperios para exasperarlo y conducirlo a un abuso estrepitoso de la fuerza”.
                                            
Tomás de Iriarte, Memorias, escritas a mediado del siglo XIX.

Manuel Dorrego, uno de los líderes de la facción federal, se destacó tanto en su faceta militar como política y fue gobernador de Buenos Aires en dos oportunidades. La primera vez en junio de 1820, por muy poco tiempo, en un momento en que la provincia se hallaba sumida en una gran crisis política producto de la caída del poder central. Su segundo gobierno transcurrió también en una situación de crisis, pero en esta oportunidad pudo llevar adelante importantes medidas. Asumió el gobierno de la provincia en agosto de 1827, tras el frustrado intento de  “organización nacional” entre 1824 y 1827 que finalizó con la disolución de las autoridades nacionales, y el recrudecimiento del enfrentamiento entre unitarios y federales. Por otra parte, heredó una compleja situación externa, ya que las Provincias Unidas se habían embarcado en una guerra con el Imperio del Brasil. Dorrego tuvo que finalizar este conflicto, que había llevado a la provincia a una profunda crisis económica.
Durante el corto período que gobernó —fue derrocado y fusilado en diciembre de 1828— enfrentó una encarnada oposición del bando unitario, que pretendía recuperar el poder e intentó sanear la situación de Buenos Aires y propiciar relaciones con el resto de las provincias. Así, enfrentó una fogosa batalla desde los diferentes periódicos copados por los unitarios, que se dedicaban a difamarlo y propagar la idea de que los federales pretendían generar levantamientos del populacho contra la gente decente. Ante estos ataques, los federales también se expresaron desde diarios afines, produciéndose álgidos debates. Dorrego fue uno de los fundadores de El Tribuno, y aunque él ya no fuera uno de sus redactores, Moreno, Cavia y Wright defendieron su posición. Periódicos como El Correo Político y Mercantil, El Republicano y El Argentino adoptaron posiciones federales. En la vereda de enfrente se encontraba Crónica Política y Literaria de Buenos Aires, tribuna de las posiciones unitarias, sumándose El Granizo y El Porteño. Poco tiempo después aparecieron El Liberal y El Tiempo, que también difamaron la figura de Manuel.
En este complejo escenario decidió atemperar los ánimos y calmar la violencia que propiciaban las prácticas de los periódicos, por lo que el 8 de mayo de 1828 sancionó la Ley de Libertad de Imprenta. La misma castigaba con multas y sanciones a las publicaciones que no se atuvieran a la realidad y dieran rienda suelta a las calumnias e injurias. En su primer punto, esta ley declaraba como “abusivos” los impresos que ofendiesen con sátiras o invectivas la reputación de cualquier individuo, o publicara defectos de su vida privada. En el artículo 2 estableció que no estaban comprendidos en el punto anterior los impresos que denunciaran los actos u omisiones de los funcionarios públicos en el desempeño de sus funciones.  
Durante el corto período que gobernó —fue derrocado y fusilado en diciembre de 1828— enfrentó una encarnada oposición del bando unitario, que pretendía recuperar el poder e intentó sanear la situación de Buenos Aires y propiciar relaciones con el resto de las provincias. Así, enfrentó una fogosa batalla desde los diferentes periódicos copados por los unitarios, que se dedicaban a difamarlo y propagar la idea de que los federales pretendían generar levantamientos del populacho contra la gente decente. Ante estos ataques, los federales también se expresaron desde diarios afines, produciéndose álgidos debates. Dorrego fue uno de los fundadores de El Tribuno, y aunque él ya no fuera uno de sus redactores, Moreno, Cavia y Wright defendieron su posición. Periódicos como El Correo Político y Mercantil, El Republicano y El Argentino adoptaron posiciones federales. En la vereda de enfrente se encontraba Crónica Política y Literaria de Buenos Aires, tribuna de las posiciones unitarias, sumándose El Granizo y El Porteño. Poco tiempo después aparecieron El Liberal y El Tiempo, que también difamaron la figura de Manuel.
En este complejo escenario decidió atemperar los ánimos y calmar la violencia que propiciaban las prácticas de los periódicos, por lo que el 8 de mayo de 1828 sancionó la Ley de Libertad de Imprenta. La misma castigaba con multas y sanciones a las publicaciones que no se atuvieran a la realidad y dieran rienda suelta a las calumnias e injurias. En su primer punto, esta ley declaraba como “abusivos” los impresos que ofendiesen con sátiras o invectivas la reputación de cualquier individuo, o publicara defectos de su vida privada. En el artículo 2 estableció que no estaban comprendidos en el punto anterior los impresos que denunciaran los actos u omisiones de los funcionarios públicos en el desempeño de sus funciones.  

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