LOS VERDADEROS USURPADORES
Luciano Benetton es el propietario de tierras más grande del
sur argentino. ¿Como construyó su imperio económico?, ¿por qué el Estado
argentino y la Gendarmería lo defienden?
Claudia Ferri
La Patagonia es la región más extensa del país y también es
la que mayor concentración de tierras tiene en pocas manos. Formada por enormes
campos planos y bellos paisajes trasandinos fue repartida sin ningún tipo de
control entre excéntricos millonarios extranjeros y corporaciones
multinacionales con el aval del Estado y de la Justicia. El magnate Joe Lewis,
dueño y señor de todas las tierras que rodean el Lago Escondido y anfitrión de
la visita al sur que hicieron juntos Obama y Macri el año pasado, es uno de
ellos. También forman parte de este selecto grupo el creador de la CNN Ted
Turner, los Suchard (dueños de Nestlé), el inversionista húngaro George Soros,
el actor Sylvester Stallone y, hasta hace pocos años, el hijo de uno de los
fundadores de Pepsico, Ward Lay. Pero quien se lleva todos los premios al
terrateniente del siglo es Luciano Benetton que entre 1991 y 1997 acumuló
900.000 hectáreas. Lo que equivale casi cuarenta veces a la superficie de la
Ciudad de Buenos Aires.
La feroz cacería de la Gendarmería sobre la comunidad Pu Lof
en el departamento de Cushamen en la frontera noroeste de Chubut que terminó
con el secuestro y desaparición de Santiago Maldonado hace menos de dos semanas
sin ningún tipo de respuesta estatal, se produjo dentro de las tierras que
están hoy bajo el dominio de Benetton.
Aunque en su mayoría hayan sido compradas durante los 90, la
entrega y el saqueo de las tierras patagónicas y de sus recursos nacionales por
parte de empresas extranjeras viene de larga data, al igual que los reclamos y
la lucha del pueblo mapuche por recuperarlas.
La historia de una ocupación
Benetton es el final de una larga cadena de negocios y
expoliación de recursos nacionales que comienza en el último cuarto del siglo
XIX.
Mapa de tierras vendidas a magnates o corporaciones extranjeras (Fuente Tiempo Argentino) |
Por aquellos años a pesar de lo que diga el candidato a
senador por Cambiemos, Esteban Bullrich, en la Patagonia no hubo una “Conquista
al desierto”. Lo que se produjo fue un genocidio a partir de la ocupación
militar del territorio más austral del continente con el fin de extender las
fronteras del Estado Nacional argentino (y de su mercado de materias primas en
el mundo) que estaba en pleno proceso de conformación. A su paso aniquilaron a
los habitantes preexistentes o los tomaron prisioneros para convertirlos en
mano de obra barata destinados tanto para trabajar en los campos conquistados
como en las zonas urbanas en tareas domésticas. Los pocos sobrevivientes fueron
desarraigados y dispersos hacia la frontera cordillerana. Entre los pueblos
masacrados estaban los mapuches, asentados en una extensa porción del noroeste
de la Patagonia. No eran ni chilenos ni argentinos simplemente porque ambos
Estados son construcciones históricas posteriores a la vida y desarrollo de
estos pueblos.
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mapuches
Finalizada la campaña en 1885 (luego de la derrota
definitiva del cacique Sayhueque), se inició el proceso de reparto y
explotación de las tierras que hoy forman parte de las provincias de Buenos
Aires, el sur de Córdoba, San Luis y Mendoza (las más antiguas) y las creadas a
partir de la conquista: Neuquén, Río Negro, Chubut y Santa Cruz.
El Estado argentino regaló gran parte de estas tierras a más
de cincuenta compañías inglesas que comenzaban a operar dentro del país para
que las colonizaran. Tan sólo en Chubut eran dueños de 2.300.000 hectáreas.
Gran parte de ellas fueron administradas por un fondo de inversión común
llamado Compañía de tierras del Sud Argentino. En Ese ajeno Sur, Ramón Minieri
cuenta que la “La Compañía”- como solía ser conocida- “explotó esas tierras
durante casi un siglo en condiciones excepcionalmente favorables: pudo
producir, importar, exportar y obtener utilidades, sin tener que pagar durante
años derechos aduaneros ni otra clase de tasas, o beneficiándose con tipos de
cambio preferenciales y aranceles reducidos” (pág 7). Pasaron más de 130 años y
ningún gobierno tocó las bases estructurales de este modelo económico de rapiña.
En 1975 la firma “Great Western”, perteneciente a
terratenientes de la burguesía argentina, compró el paquete accionario de “La
Compañía” hasta 1991 cuando bajo el gobierno de Menem, Luciano Benetton se hace
de esas tierras hasta la actualidad. A través del holding internacional del
grupo Benetton, Edizione, el magnate italiano compró por 50 millones de dólares
las casi 900.000 hectáreas ubicadas en un 98% en las provincias de Santa Cruz,
Chubut, Río Negro, Neuquén y Buenos Aires donde se dedica a la producción de
lana principalmente aunque ahora aparece un mercado nuevo para explotar y es el
petrolero que se expresa en un yacimiento que también se encuentra en disputa
territorial: Vaca Muerta.
La historia de un imperio globalizado: “el príncipe de los
colores”
Look informal, la innovación en jersey de lana con fuertes
colores y una industria textil de alcance mundial fueron la impronta del grupo
Benetton desde sus orígenes. La empresa familiar formada por Luciano, Giuliana,
Gilberto y Carlo se conformó en 1965. Cuatro años después inauguraba su primer
local en París.
Tiene sede en una suntuosa mansión de Villa Minelli en la
ciudad de Treviso (Italia). Con 20 años Luciano se convirtió en el presidente
de la compañía. En los años siguientes se expandieron a las principales
avenidas del mundo, las ganancias crecieron y sumaron nuevas marcas: Sisley,
Playlife y Killer Loop. Hoy tiene tiendas en más de 120 países. Años más tarde
invirtió en una escudería de la Formula I que compitió entre 1986 y 2001 y tuvo
su momento de gloria cuando corrió Michael Schumacher. La familia también es
dueña de 21 Investimenti un banco de inversiones inmobiliarias y es accionista
del grupo Pirelli.
En pleno auge empresarial, Luciano también incursionó en el
mundo de la política. Entre 1992 y 1994 fue senador de Italia por el Partido
Republicano Italiano (PRI), el partido de Silvio Berlusconi. En 1993 la
Justicia de ese país aprobó que se lo investigue y juzgue por corrupción,
motivo que lo llevó a no presentar su reelección.
La industria textil es una de las más explotadoras del
mercado y la que peores salarios tiene. Para reducir costos los Benetton, que
facturan 11.000 millones de dólares al año, tercerizaron la producción en
países donde la mano de obra es barata y abundante como por ejemplo en Turquía
donde fueron denunciados por explotación infantil de niños de entre 9 y 13 años
que fabricaban sus prendas. Otro caso que lo tuvo en el centro de la escena fue
en 2013 cuando una fábrica textil en Bangladesh que producía tejidos para Benetton
se derrumbó provocando la muerte de 1.132 trabajadores y dejó 2.500 heridos. Se
negó a pagar cualquier tipo de indemnización pero producto del desprestigio que
había generado su indiferencia, se vio obligado a hacerlo. Hoy el imperio
familiar cuenta, según la revista Forbes, con aproximadamente 3,4 miles de
millones de dólares.
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dueños de la tierra
Solamente en las tierras que posee en Argentina Luciano
Benetton cuenta con 280.000 ovejas que producen 1.300.000 kilos de lana por
año. A la explotación de las tierras de la Compañía de tierras del Sud
Argentino se incorporó la explotación minera a través de Min Sud (Minera Sud
Argentina S.A.) con sede central en Canadá, de yacimientos ubicados en la
provincia de San Juan. Por muchos años expoliaron los recursos nacionales sin
pagar cargas impositivas, no registrando las lujosas edificaciones que
realizaban en sus tierras. Irónicamente los Benetton tienen un museo con piezas
arqueológicas de culturas “autóctonas”, algunas de ellas con 13.000 años de
antigüedad, ubicado en Leleque (Cushamen). Seguramente saqueadas del territorio
de la comunidad mapuche, Tehuelches, entre otras.
¿Por qué el Estado y la Gendarmería defienden a Benetton?
Hace ya algunos años Carlos Marx terminaba con el mito de
que el Estado defiende los “intereses comunes” de toda la población. Decía en
el Manifiesto Comunista que el gobierno moderno era un comité que administraba
los negocios de la clase burguesa, y no se equivocaba. El Estado es el guardián
del orden y de la propiedad privada, pero no de cualquier tipo de propiedad
privada sino la de los capitalistas que viven a costa del trabajo de una
mayoría trabajadora. Ese “derecho que tenemos todos” de acceder a la tierra es
una pantalla que esconde la concentración de la riqueza en pocas manos. Y para
lograrlo intentan buscar algún tipo de consenso con la población o utilizan a
las fuerzas armadas para garantizar que esas relaciones de desigualdad se
sostengan y reproduzcan. El caso de la defensa de los intereses de Benetton por
parte del Estado argentino es apenas un ejemplo de una relación histórica que
es propia del sistema capitalista. La actuación de la gendarmería, en las
tierras que el italiano reivindica para sí, reprimiendo desde hace meses a la
comunidad Pu Lof (entre ellos mujeres y niños) y desapareciendo a Santiago
Maldonado con la directa responsabilidad de la ministra de Seguridad Patricia
Bullrich, su jefe de gabinete Pablo Noceti y del Estado, son la muestra más clara
del carácter de clase que ejercieron las fuerzas armadas desde su creación. El
gobernador de Chubut del PJ Mario Dan Neves también es cómplice del accionar
represivo avalando el ingreso de la gendarmería al predio y demonizando a los
mapuches a través de una campaña mediática que comenzó el año pasado mientras
apretada al Juez Otranto para que encarcele a los dirigentes considerados sin
ninguna prueba como “terroristas”.
Queda claro que todos los gobiernos legalizaron y
legitimaron el avance latifundista a costa de la sangre de los pueblos
originarios. Incluso el kirchnerismo que en 2011 impulsó la Ley de Tierras que
limitaba la posesión extranjera de tierras a 1.000 hectáreas por propietario no
era retroactiva, por lo tanto todos los magnates extranjeros que en los 90 se
apropiaron de gran parte del territorio nacional podían quedarse tranquilos.
Macri flexibilizó la ley dejando en claro cuáles son los intereses que defiende
a ultranza el gobierno de los Ceo, pero en uno y otro gobierno la naturaleza del
Estado es la misma. Seguramente en una de las cuatro visitas al año que hace
Luciano Benetton al país vendrá a agradecerle en persona al presidente y los
suyos por la efectividad en los servicios brindados.
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